28.3.11

I want to believe

No me apetece escribir sobre Libia, ya lo hice para Horizonte y mi análisis caducó al día siguiente. Mientras el mundo parece desmoronarse, yo elijo el momento, Rick Blaine mediante, para enamorarme. De una serie: Expediente X. Fue un rollete de la adolescencia, es cierto, pero estos últimos días hice un remake de aquellos confusos años revisitando esa serie que, junto a Los Simpson, al grunge y en especial a Nirvana, a unas pocas películas como Trainspotting, y a una felación presidencial, marcaron la década de los 90.


Que el talento creativo de la ficción en formato audiovisual ha sufrido un trasvase, de la gran a la pequeña pantalla, parece incuestionable. Las series de televisión han ido adquiriendo una importancia en la oferta cultural occidental incalculable, y no solo es debido a internet y a su gran poder de accesibilidad. Al espectador le gusta convertirse en fan, le gusta sentirse identificado semana tras semana con un personaje -¿quién no ha sentido complicidad hacia Tony Soprano, Hank Moody, Jimmy Mcnulty, William Adama, o hacia el mismísimo Homer Simpson, por ejemplo?- , le gusta hacer cábalas y mantener el suspense ante una trama y le gusta, sobre todo, ser dependiente, estar enganchado, acudir a la pantalla para obtener la dosis que lleva días esperando. Las buenas series son una verdadera droga. Y no tanto la guerra, como nos mostró la Bigelow en su oscarizada The Hurt Locker -no sé quien narices será el responsable del titulicidio que la bautizó como En tierra hostil.



13.3.11

No nos engañemos...

Podría ser entendible el silencio mediático ante un acto deplorable en un conflicto de perfil bajo en cualquier zona del mundo, debido a la ola gigantésca que ha arrasado Japón, espeluznantemente, como si de una película apocalíptica de Roland Emmerich se tratara. Al fin y al cabo, hay asesinatos y tragedias diarias que resultan invisibles para el ojo de los medios de comunicación masivos. Ahí está el ejemplo paradigmático: Darfur. Sería incluso, y apurando, excusable. Pero no lo es cuando los medios occidentales se han dedicado a dar una cobertura de proporciones jamás conocidas para cualquier otra zona del planeta. No lo es cuando hay condenas mundiales porque Israel construya casas en Cisjordania, y en cambio haya silencios mundiales cuando asesinan a judíos por el hecho de serlo.

Digámoslo, aunque sea repetitivo y duela en las conciencias: si hubiera sido un israelí el que hubiera acuchillado a una familia palestina que dormía, incluyendo tres niños y entre ellos un bebé, habríamos desayunado con las imágenes de los cadáveres mutilados y sin vida, habríamos comido con reportajes y crónicas cuidadas de cuan malos y ultratodo son los colonos judíos, y habriámos cenado con algún vídeo de artistas antisemitas -sí, qué palabra tan fea- y con concentraciones de repulsa en varias ciudades del país. No ha sido así, porque las víctimas judías, que son asesinadas, repito, por el hecho de ser judías, son invisibiles, no importan, o, para más se lo merecen por colonizar la tierra palestina. En Europa las conciencias solo se remueven cuando los judíos se defienden, no resulta simpático que un judío defienda su vida. El judío está para sufrir, y si sufre, claro está, es culpa suya.

No nos engañemos, el único obstáculo para la paz es el odio antisemita que corroe a la mayor parte de la sociedad palestina. Si los colonos y la demonizada extrema, ultra y todo lo que sigue derecha israelí lo fueran, en Israel habrían habido dos guerras civiles: cuando se descolonizó el Sinaí, y cuando de descolonizó Gaza, a punta de fusil, ambas. Pero lo que el ciudadano europeo no entiende es que Israel es una sociedad libre y democrática que lo único que quiere es vivir. No nos engañemos, lo que ha movido a los asesinos de este crimen horrendo y abominable, es lo mismo que movió a Hitler y sus numerosos secuaces. El mismo odio que lleva a disparar a niños moribundos que han sobrevivido al gaseamiento por el abrazo de sus madres en un último intento de evitar su inevitable muerte, es exactamente el mismo que lleva a acuchillar a un bebé mientras duerme. Mientras no se acabe con eso, no habrá paz.

Aquí dejo, las fotos que ningún medio de comunicación masivo en España ha publicado. Sólo los twitteros y blogueros a sueldo de los Sabios de Sión, como siempre, han servido de canal de comunicación, como la Carretera Birmania que construyó Mickey Marcus, primer general del ejército israelí, para abastecer a los judíos que resistían en Jerusalén durante la Guerra de la Independencia.

La familia Fogel asesinados cruelmente, porque eran judíos.




Aquí dejo, también imágenes más duras. Los cuerpos acuchillados y sin vida. Que en paz estén.

4.3.11

Cuando...

Cuando el cielo pesa y la llovizna hunde a los ánimos. Cuando la música suena triste y transmite nostalgia nociva. Cuando las miradas se empañan y las sonrisas se humedecen. Cuando al caminar los pies lloran y las manos maldicen. Cuando el tiempo despedaza, derriba, vence. Cuando la esperanza se diluye por las alcantarillas. Cuando los sueños se disipan en el humo de los vehículos. Cuando la alegría se desdibuja en el gentío, en la marabunta.

Cuando el presente se pierde en la espera de un semáforo. Cuando sólo queda la memoria, el pasado. Cuando el mañana no existe, ni importa. Cuando dejar de avanzar significa caerse. Cuando no hay péndulos, ni balanzas. Cuando el único analgésico es el techo y la cama. Cuando el único remedio es perderse en lo más sencillo y banal.

Cuando un día rudo y gris de invierno se alza victorioso. Cuando declaramos la derrota. Cuando pese a todo, seguimos, y seguiremos.

2.3.11

El Cisne Negro, belleza en el averno

Lo más cerca que he estado del ballet ha sido en aquel capítulo de Los Simpson en el que Bart descubre y muestra el bailarín que lleva dentro. La cosa no acaba bien y los clichés de los jovenzuelos de Springfield son recibidos por el primogénito Simpson en forma de linchamiento. Aún así, no hay que ser un lince para saber que es un mundo de sacrificio, dedicación lacerante, estrellato fugaz y sobre todo, absolutamente, necesario de una voraz vocación interior. Se agradece, en ocasiones, acudir a la sala de cine y descubrir que todavía hay profesiones que exigen una pasión dominante, aunque llegue a ser enfermiza.

El Cisne Negro es eso. Enfermiza, agobiante, neurótica, terrorificamente envolvente, impactante, y oscura. Enseña una belleza rota, mortal, diabólica, pero belleza. En estado puro. Y oscura. Aronofsky deja su marca en las formas, en la tensión y en el pulso narrativo. No desfallece en atornillar al espectador a la butaca, atrapándolo en un viaje al lado oscuro que todos llevamos dentro. La transformación que un arquetipo del cine nos dejó, Darth Vader, aplicada en la ruta esquizofrénica de una bailarina. La inocencia eterna no existe, y los juguetes de la infancia, o se tiran a la basura o se rompen. Aronofsky nos los rompe en nuestra cara, nos hace tener pesadillas con ese reverso tenebroso que dormita en nuestros adentros y, en demasiadas ocasiones, tenemos miedo que en una de sus visitas, venga para quedarse.

1.3.11

El logo de Sión...¡Qué obsesión!

Cuando empecé a escribir en este blog, mi trinchera digital personal e intransferible, era otra persona. El adolescente de quince años lo voy a llevar siempre dentro y fuera, vale -lo mío no tiene nada que ver con el síndrome de Nuncajamás, ojo, más bien es algo relacionado con la nostalgia del protagonista de Palacios de Invierno, novelón breve e intenso de Gabriel Albiac - pero digamos que estaba más obsesionado y respondía de una forma más aprensiva a temas que me encendían, y encienden, las venas, como el Antisemitismo. Ahí está la hemeroteca del blog para comprobarlo. Con el mismo empeño con que el agente HGW XX/7 en La Vida de los Otros veía enemigos del socialismo, servidor veía Antisemitismo en demasiados sitios. Quizás porque empecé el blog en una época en que la lucha contra el Antisemitismo no estaba tan extendida en la red, o quizás debido a las ganas, a la fuerza del principiante o a la determinación del iluminado, creía estar en una cruzada. No importa, la edad y la experiencia aportan sensatez, una bajada de temperatura en el análisis, y una escritura más sosegada. Las etapas hay que ganarlas, no quemarlas y aprendí mucho en aquellos días, como aprendo hoy.

Pero lo que actualmente me llama la atención es el grado de obsesión de otros -otros que están en el bando contrario- por encontrar a los Sabios de Sión en los ámbitos y lugares más recónditos, incluyendo el logo para las Olimpiadas de Londres de 2012.